lunes, 23 de junio de 2014

Carlitos, el joven sobreviviente - (Parte I)

Hoy quiero hablar de Carlitos, el joven sobreviviente. El trabajo y sacrificio de cada día lo identificaban.
Su guarida era la novena parada de colectivos en la terminal de ómnibus, en Córdoba. Todavía me acuerdo cuando bajé, me pidió una moneda, le ofrecí una galleta, y sacándomela de la mano me reprochó: - Por esta galleta de mierda no te bajo una puta valija... aunque esté re buena.
Me interesó su vida aunque a él sólo le importaba hacer muchos pesos para comprarse el chori y la Coca. Era de esperar.
Me quedé ahí, observando, hasta que llegara el colectivo. A Carlitos no le importaba lo estético, los prejuicios, los malos tratos, ni la gente, sólo la plata para sobrevivir.
Tenía un par de amigos; iguales que él. Sin propósito ni metas, sin saber cómo es la vida de los que lo alimentan, sin haberse enamorado, sin haber tenido una conversación familiar, sin sentir cariño ni empatía... Bueno, en la vida normal tampoco es todo color de rosas, pero ese grupo de amigos miraba desconocido esa parte del cuento.
Con 16 años ya tenía calle, como dice la gente que cree saber.
- Carlitos, vos no te hagas problema, que estos caretas algún día van a caer, uno por uno.- le decía un amigo para consolarlo después que lo golpearan por mal educado. De qué educación querían hablar si los padres no tuvieron la suficiente para criarlo, respetarlo y darle techo.
Él siempre se acordaba de su madre y lo mal que la estaría pasando en manos de su padre alcohólico y abusivo. Ahí caía en depresión y conseguía pizza y poxiran; dos pasiones. Al poxi lo conoció a los 12, y desde ahí es una salida. Y a la pizza la recuerda como su madre.
- Carlos, tu vieja te necesita, y esta vez es posta, boludo, a tu viejo se le salió la cadena y se pasó de rosca-, le informaba otro de sus amigos mientras que él corría a ver a su madre.

- Perdoname, hijo, perdoname, son 22 años de lo mismo ya...- le decía su madre mientras lloraba tirada en el piso apoyada en el cadáver de su marido y sosteniendo una navaja.

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